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domingo, abril 28, 2024

Mundo interior – intimidad

“La paz es aceptar hoy, liberar el ayer, y renunciar a la necesidad de controlar el mañana…” Lori Deschene

“Mire, respire, sienta el viento, o el calor, o la brisa, analice las nubes, prediga que va a llover. Y, sobre todo, escuche: no hay sonido más reconfortante y más ignorado que el de la vida cotidiana”.

  Julio Cortázar 

“A mi edad uno es sincero forzadamente, mentir cansa mucho…”

   Albert Camus

“El único amor consecuente, fiel, comprensivo, que todo lo perdona, que nunca defrauda y nos acompaña hasta la muerte, es el Amor Propio.”

     Oscar Wilde

“Se llega a un punto en que no hay nada más que la esperanza y entonces descubrimos que aún lo tenemos todo”.

José Saramago

 

 

Frédéric Beigbeder escribió: “Estar solo se ha convertido en una enfermedad vergonzosa. ¿Por qué todo el mundo huye de la soledad? Porque obliga a pensar. En nuestros días, Descartes ya no escribiría “pienso, luego existo”. Diría: “Estoy solo, luego pienso.” Nadie desea la soledad porque te deja demasiado tiempo para pensar. No obstante, cuanto más piensa uno, más inteligente es, o sea, más triste”.

Uno de los procesos de comunicación más importantes en la constitución de la vida psíquica de una persona es el diálogo interno que tenemos con nosotros mismos, – la comunicación intrapersonal-. Es un soliloquio que se construye desde el leguaje que nos ha dado el “otro”, en un nivel de consciencia que es al final de cuentas la posibilidad de dar orden a las ideas, a las emociones, a los sentimientos, a convicciones y a los valores personales que hemos interiorizado a través de nuestra trayectoria de vida.

Pensar es dialogar con uno mismo, desde nuestros referentes culturales, con las palabras, -sus significados y sus significantes-, es una manera de confrontar nuestra realidad versus nuestros deseos explícitos y aquellos que están latentes y también los que están bajo el cobijo propio del inconsciente.

Hay cosas en la vida que nos motivan, que nos animan y otras cosas que nos preocupan, que nos ponen en lugares de incertidumbre, desasosiego, de intranquilidad, aún de ansiedad y congoja. La vida y el pensar la vida misma, es un océano individual, que se mueve como un mar propio, que a veces tiene la serenidad de la calma sosa y otras veces es mar agitado por el viento y por las corrientes que se mueven en su interior, entre densidad y temperatura, que crean una dinámica de fluidos que crea olas enormes que revientan contra acantilados majestuosos, que descargan su fuerza sobre rocas inmensas o bien terminan en las playas de arena fina que son testimonio de la constancia de océano para triturar afiladas rocas y los muros descomunales. Así nuestros pensamientos y sentimientos.

Tener un mundo interior, una intimidad con uno mismo es una necesidad más que urgente en estos tiempos de frenesí, de sobre exposición en pantallas, en la falaz idea del sincericidio, que no es otra cosa que un acto egoísta que no toma en cuenta el estado de ánimo de los demás y que se ampara en el supuesto valor intachable de la verdad para hacer daño de forma deliberada o inconsciente, en una sociedad que cree tramposamente que la transparencia de lo que lo que se piensa y siente es honestidad.

La verdad es relativa siempre. Nunca “es” lo que “es” desde quien la pronuncia. La subjetividad que nos hace personas nos obliga al diálogo y con ello a la construcción de la una intersubjetividad que nos hace corresponsables socialmente de nuestras miradas y opiniones, que, dicho sea de paso, implica asumir que “Cuando comprendes que toda opinión es una versión cargada de historia personal, empiezas a comprender que todo juicio es una confesión” como escribió Nikola Tesla.

Tener una intimidad con uno mismo, no es un juego de palabras. Tener un mundo propio, un mundo interior nos lleva a aceptar, y asumir que quien no tiene secretos no tiene piedad, y no se trata de mentir, engañar, se trata de aceptar la vida que tenemos y hacernos cargo de nuestras decesiones de las motivaciones, intereses y deseos que nos llevaron a actuar de una forma determinada y que ese “yo sé por qué lo hice” nos lleva a mesurar lo que se dice, a filtrar a través de las palabras, a gestionar las emociones y a la expresión de los sentimientos y las ideas de las forma más pertinente, de la manera más adecuada y por tanto inteligente lo que somos y lo que vamos siendo.

Un mundo en donde somos observados, en donde el fetiche del voyerismo es una demanda social, en donde la vida de actores, actrices, deportistas, políticos y figuras publicas es expuesta sin ningún pudor y que alientan programas que muestran la vida como en la icónica película Truman Show, y que ahora la “Casa de los famosos” o “Acapulco Shore” son replicas grotescas de eso que el Big Brother de George Orwell anunció en su novela 1984. Control social a través la propia exposición y difusión de lo que se hace todos los días, lo que se come, lo que se viste, lo que realizas, una sociedad de la transparencia que el mercado le ha dado un valor, bajo la premisa de que la vida vale solamente si es vista y se difunde en Facebook, Instagram, Twitter y ahora TikTok, en donde cada sujeto es su propio objeto de publicidad, siguiendo las reflexiones de Byung-Chul Han.

Comparto tres poemas, que ponen en palabras este acto de pensar desde y con un mundo interior, con la intimidad como valor humano, que sin duda alguna nos lleva a las preguntas y las respuestas que nos damos a nosotros mismos para conocernos, para tener la posibilidad de tener esos secretos que nos hacen tener una singularidad y que nos permiten acceder a la consciencia para no mentir y para no mentir a otros, para tener el diálogo interpersonal la posibilidad de ser uno junto con otros, eso otros que nos constituyen y nos hacen necesariamente sujetos con dignidad y libertad. Saramago, Yourcenar y Benedetti nos dan unas pistas desde la poesía para cultivar la intimidad y dar valor a tener un mundo interior.

Intimidad

 

En el corazón de la mina más secreta,

En el interior del fruto más distante,

En la vibración de la nota más discreta,

En la caracola espiral y resonante,

 

En la capa más densa de pintura,

En la vena que en el cuerpo más nos sonde,

En la palabra que diga más blandura,

En la raíz que más baje, más esconda,

 

En el silencio más hondo de esta pausa,

Donde la vida se hizo eternidad,

Busco tu mano y descifro la causa

De querer y no creer, final, intimidad.

 

José Saramago

 

Una parte…

Una parte de cada vida,

y aun de cada vida insignificante,

transcurre en buscar las razones de ser,

los puntos de partida,

las fuentes.

 

Mi impotencia para descubrirlos

me llevó a veces a las explicaciones mágicas,

a buscar en los delirios de lo oculto

lo que el sentido común no alcanzaba a darme.

 

Cuando los cálculos complicados resultan falsos,

cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos,

es excusable volverse hacia el parloteo fortuito de las aves,

o hacia el lejano contrapeso de los astros.

 

Marguerite Yourcenar

 

De vez en cuando…

 

“De vez en cuando hay que hacer

una pausa

contemplarse a sí mismo

sin la fruición cotidiana

examinar el pasado

rubro por rubro

etapa por etapa

baldosa por baldosa

y no llorarse las mentiras

sino cantarse las verdades”.

 

Mario Benedetti

 

 

 

 

 

 

 

Arturo Mora Alva
Arturo Mora Alva
Biólogo por la UNAM, Mtro. en Educación por la UIA León, Doctor en Estudios Científico Sociales por el ITESO con especialidad en Política. Profesor Universitario en todos los grados. Investigador Social, Consultor y Analista.

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