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domingo, abril 28, 2024

Todos somos Moreira

Desde que pisé por primera vez un consulado mexicano, en Madrid, hace ya unos trece años, empecé a constatar la calaña del cuerpo diplomático de este país. Era invierno, esa mañana la temperatura exterior, gracias a una ola de frío inusual que azotó ese inicio de año a la península, se encontraba varios grados bajo cero. La sede consular está ubicada en una zona muy tradicional de la ciudad casi en frente del Congreso de los Diputados y, talvez por eso, los funcionarios nos trataban como si fuéramos a solicitar una dádiva política, y no como a una pareja joven que quería registrar a su niña de una semana de nacida para poder regresar al país. La frialdad, todo el trámite se realizó a través de una ventanilla incomodísima que parecía blindada, podía achacársele seguramente al clima; el personal se movía sin prisas y, a pesar de ser los únicos en la sala de espera, nunca manifestaron más que desdén en sus preguntas y comentarios. Si mi memoria no falla, hasta se negaron a prestarnos un baño para cambiar el pañal de la bebé que habíamos llevado desde muy temprano desde Salamanca para el trámite. En aquella ocasión descubrí el significado de la frase “atole en las venas”.

No soy rencoroso, pero esa primera experiencia y posteriores que he vivido o escuchado sobre las legaciones consulares me han predispuesto a realizar el menor trato posible con las cancillerías fuera de México. Tengo suerte, la doble nacionalidad me hace siempre inclinar por usar los servicios de las misiones colombianas, que puedo recomendar ampliamente. Mi experiencia más reciente en Shanghai, China, no puede ser más contrastante entre los dos funcionarios a cargo del changarro diplomático. Sin embargo, no la consignaré aquí, la dejaré para un cuento futuro porque sería como comparar a Talleyrand con Al Capone.

Tras leer las noticias de estas últimas semanas, celebro que esta penosa situación de la cancillería esté cambiando para bien de los mexicanos en el extranjero. Indudablemente, fruto de tener a una mujer de carrera y amplísima trayectoria diplomática a cargo de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Esas historias que me contaron de aquellos diputados que en visita al extranjero se clavaban hasta la Montblanc que usaba el consulado para el libro de visitas, seguro son cosa del pasado.

El trato que se le promulgó a Humberto Moreira, a su familia y carísimo abogado, cuyo alojamiento con seguridad corrió por cuenta del erario, nos demuestra que México sí puede cambiar. Que, como comentaba esta semana Manlio Fabio Beltrones en el prístino suelo veracruzano al respecto de Javier Duarte, no debemos juzgar el pasado sino darle otra oportunidad al mismo partido pensando en el futuro venturoso que nos aguarda. La velocísima acción de la PGR y de su preclara titular, entrevistándose vía telefónica con la Fiscal General española, y la celeridad con que entregaron la documentación de la causa en México, validada y sellada, habla por sí sola de lo bien que funciona la procuración de justicia en nuestro país.

¿Para qué guardar rencores? Los invito mejor para que cada uno, en la medida de sus posibilidades, al visitar un país extranjero (si les dan la visa, claro) dé una vuelta por la legación diplomática mexicana que le toque en turno y diga ante los funcionarios de turno: “Yo soy Moreira”. Será muy interesante conocer y consignar aquí las reacciones (seguramente muy positivas) que se derivarán de ello. En particular, las de aquellos que estén en Barcelona y se dignen visitar a otro de nuestros más meritorios representantes, don Fidel Herrera. Mínimo los llevará al Camp Nou a ver jugar a Messi.

Comentarios a mi correo: panquevadas@gmail.com

Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
Escritor, economista, promotor cultural, puericultor, amante de la ópera y de los tacos de montalayo. Este colombiano-mexicano afincado en Irapuato escribe ficción histórica, crónica, artículos periodísticos, entre otras curiosidades.

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